Los niños son muy susceptibles a
su ambiente, especialmente antes de los siete años de edad. Su mundo es
representado exclusivamente por las personas mas cercanas, especialmente los
padres y con mayor énfasis por su madre.
Desde que el bebé se encuentran
en el vientre de la madre, está percibiendo
todo lo que ella está experimentado y es transmitido a él por medio de
las sustancias químicas que circulan por su sangre.
A medida que va creciendo,
este nexo tan cercano se va diluyendo y con el tiempo, su atención se va
extendiendo a las demás personas. Luego de los siete años toma mas consciencia
de que está separado de los demás.
Debido a esto, los niños están
muy influenciados por lo que sucede en su medio ambiente y son estas
experiencias las que demarcarán las rutas neuronales mas habituales que
mantendrán en su vida adulta.
Pero los niños traen cierto
termostato natural que les hace prever, de alguna manera, cuando las cosas
están bien y cuando no están tan bien. Ellos “saben” sentir cuando lo que viven
está alejado del amor. Se sienten bien cuando el ambiente es amoroso y les
resulta disonante cuando son testigos de eventos que no están en concordancia
al amor.
Ellos son muy sensibles a lo que
les rodea y no solo lo sienten a través de las palabras como lo hace un adulto.
Un niño pequeño percibe las emociones y las vibraciones de los demás aunque
estos hagan grandes esfuerzos por disimularlas. Pueden ser capaces de darse
cuenta cuando una persona vibra en armonía y cuando no.
Por esta razón es que nunca se
podrá impedir que los hijos adviertan que sus padres no se encuentran felices
aunque quieran aparentar delante de ellos que todo marcha muy bien.
Los niños no tienen juicio, no
saben los adjetivos, no saben poner nombre a lo que viven, pero saben sentir
cuando algo no marcha bien en relación a lo que ven y al trato que reciben.
Cuando experimentan malos momentos en soledad y sin tener la posibilidad de
expresarse, de ser escuchados, atendidos y consolados, manifiestan estas
emociones como enfermedades. Las enfermedades mas comunes que pueden somatizar
son los resfríos, las bronquitis, las alergias, fiebre y otras.
Cuando un niño pequeño enferma,
es recomendable buscar posibles causas en su medio, en la estabilidad emocional
de su madre, en la calidad de la relación que tienen sus padres, en el ambiente
que existe en el hogar, en el tipo de personas que le rodean en la familia o en
el colegio. Una bronquitis puede estar directamente relacionada a un acoso mental
o emocional de parte de quienes le rodean.
En muchos casos la madre no se da
cuenta de que el niño está percibiendo emociones negativas porque cuando somos
adultos pensamos que los niños tienen la suficiente capacidad para comprender
las razones de nuestra manera de actuar.
Por ejemplo, una madre sabe que
mantener el orden y la limpieza en la casa es algo favorable para todos, pero
un niño no tiene entendimiento de eso. Ellos solo desean tener sus juguetes a
la mano para poder disfrutar de ellos y el hecho de guardarlos puede ser
interpretado como una pérdida para ellos.
Algo que puede resultar muy útil
para mantener la mejor vibración, es conseguir que todo sea hecho bajo la mayor
alegría posible. En el ejemplo de los juguetes, el orden puede convertirse en una verdadera aventura que
resulte agradable y divertida para el niño.
Mientras mas pequeño sea el niño,
más probabilidades existen que su enfermedad provenga de una inestabilidad
emocional que, consciente o inconscientemente le transmite su madre. Debido a
esto, no es suficiente sanar al niño, sino que se hace muy necesario extender
esta atención a las sensaciones que el niño percibe por medio de la relación
que sostiene con su madre.
De otra manera, el niño volverá a manifestar la
misma enfermedad de manera reiterada en el tiempo, sin que se encuentre la
verdadera causa que la genera.
Patricia González